Siempre me ha resultado curioso ver cómo en el loft de un soltero empedernido, misántropo, que no quiere ver a los niños ni en pintura, cuya vivienda, es naturalmente un lugar privado, cómo la normativa vigente, exige que las barandillas cumplan con unas distancias mínimas entre barrotes, que no sean escalables, etc. Lo cual me parece bien, pues nunca podremos controlar las visitas que reciba, que se produzca una transacción de compraventa, se alquile, o “cacen” al soltero empedernido, y acabe teniendo trillizos. Pero en cambio, podemos ver muy habitualmente, como en barandillas de lugares públicos (no hay lugar más público que “la calle”), que salvan desniveles extraordinarios, sus barandillas son escalables, y entre sus barrotes cabe un adulto de 100 kg. Los podemos ver, relativamente cerca de colegios, chiquiparks, guarderías, y un largo etcétera.